Esta mañana estaba yo haciendo un nuevo agujero en el hielo para pescar y meterme al agua.
Estaba cerca de la orilla del Agua Grande (Océano Ártico) y vi llegar a una cosa rara (barco), creo que de eso marrón que a veces aparece flotando. ¡Madera, eso es!
Dentro había una especie de animales muy raros (humanos) que tenían aletas muy largas y finas (brazos) y la cola larga y partida en dos (piernas).
Me dieron miedo así que dejé mi nuevo agujero y fui corriendo hasta donde la manada.
Allí avisé a los ancianos de la manada pero dijeron que había soñado.
Intenté convencer a mis amigos pero también se rieron de mí.
Yo corrí a esconderme porque estaba muy asustada.
No fui muy lejos: me metí en una cuevecilla al lado de la manada pero que no se veía porque el hielo y la nieve la camuflaban.
Desde allí oí un fuerte ruido y de repente mi prima se desplomó.
En lo alto de la montaña de hielo aparecieron esos extraños animales con unos palos largos (escopetas) que apuntaban hacia mi manada.
De repente, de los palos, surgió fuego y muchas más focas murieron.
Al poco rato, todo estaba sembrado de los cadáveres de los que antes eran mis amigos.
Entonces los extraños animales se acercaron y empezaron a mirar y contar los muertos.
-Treinta y seis focas en total -dijo uno de los animales.
-Son muy pocas -dijo otro-, apenas dará para cinco o seis abrigos. Eso si los hacemos un poco más cortos de lo normal.
Entonces uno de ellos descubrió mi escondite.
-Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? ¡Jefe, aquí hay otra! -dijo mientras me apuntaba con el palo. Después sentí como si me explotará la cabeza y me dormí para siempre.
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Lusitana